EL POTRERO EN PELIGRO DE EXTINCIÓN
De repente algo cambió. El desfachatado y habilidoso del equipo no tiró nunca más un caño, el que jugaba con “el cuchillo entre los dientes” e iba al piso en todas las jugadas jamás volvió a su casa sucio desde los pies hasta la cabeza. El dueño de la bocha la escondió en el baúl de los recuerdos. Concluyeron los abrazos, las picardías del pan y queso, las apuestas, las patadas, y los encontronazos producto de alguna pierna fuerte. Los vidrios de las ventanas no se rompieron más por los pelotazos, tampoco la pelota corrió el riesgo de ser pisada por algún auto cuando se iba a la calle. Los buzos ya no se utilizaron para armar los arcos. Cesaron los llamados de la vieja loca de la cuadra que no podía dormir la siesta y mandaba a la policía para que nos sacara de nuestro querido templo, que para nosotros era más importante que el Monumental o la Bombonera. ¡Si habremos apretado los dientes para no mandarla al lugar donde nació! En el olvido quedaron aquellas amenazas de nuestras madr